Martes 1 de Octubre de 2024

8 de junio de 2024

La Plata: El crimen de Maxi Albanese: una venganza equivocada, un tiro en la nuca y el arrepentido que llegó tarde

La víctima tenía 17 años cuando un policía lo asesinó el 3 de junio de 1990 en La Plata. Un misterioso llamado 15 años después reactivó la causa, que finalmente prescribió sin condena y con el acusado viviendo en Brasil.

El estruendo de una detonación silenció abruptamente el bullicio habitual de los jóvenes que esperaban ya de madrugada para entrar a una fiesta en la ciudad de La Plata. Era el 3 de junio de 1990 y allí, a pocos metros de la puerta del Centro de Estudiantes de Chubut, quedó tendido en un charco de su propia sangre el cuerpo del adolescente Maximiliano Albanese con un disparo en la nuca.

 

Unos momentos antes, el policía de la Bonaerense Héctor Ferrero, - acompañado por sus dos cómplices, Carlos Navarro y Fabio Nievas -, se había acercado al grupo de amigos para pedirles los documentos pero sólo a Maxi, a golpes y empujones, lo apartó unos metros, lo obligó a arrodillarse y le disparó. Una desafortunada coincidencia en su apellido había convertido al chico en la víctima de una venganza equivocada y nadie fue condenado por el crimen.

“En muchos aspectos parece que el tiempo se ha detenido y en otros el tiempo pasó tan rápido que se ha pasado la vida”, dijo a TN Natalia Albanese, una de las hermanas de Maxi, al cumplirse el aniversario número 34 del hecho. Ella tenía apenas 10 años cuando lo asesinaron pero jamás pudo borrar de su memoria aquella fatídica noche y recuerda todavía cada detalle como si hubiera sucedido ayer. “Ese día mi infancia se terminó, en mi casa todo se desmoronó”, afirmó.

El crimen de Maximiliano Albanese

“Vos sos menor, vení para acá”, le dijo Ferrero a Maximiliano, que estaba sentado en la vereda con sus amigos frente al Centro de estudiantes ubicado en las calles 3 y 48 de La Plata. Maxi le dio entonces el certificado del trámite de renovación del DNI, obligatorio a los 16 años. También le aclaró que sus padres sabían que estaba en ese lugar y le habían dado permiso para ir a la fiesta.

Es que el adolescente nunca imaginó que Ferrero, que se había identificado como oficial de la comisaría 3° de Berisso, los días que tenía franco también salía con el arma reglamentaria y junto con sus dos cómplices se dedicaba a “patotear chicos” en la zona de los boliches y a robarles cualquier objeto de valor que llevaran encima.

Maximiliano fue asesinado el 3 de junio de 1990, a los 17 años. (Foto: gentileza Natalia Albanese).

Mucho menos podía saber Maximiliano que un tal “Capitán Albanese” había frustrado años atrás la carrera de Ferrero en la Armada y que por eso, al ver su apellido en el documento, los iba a relacionar y descargaría sobre él toda su furia criminal, aunque en realidad no eran parientes.

“Cuando vio que estaba el mismo nombre algo se le disparó en la cabeza”, sostuvo Natalia sobre aquella impensada casualidad que desencadenó el drama. “Maxi no se debe haber quedado callado pero lo amedrentaron a golpes, tenía un rodillazo en sus testículos...eso fue lo que lo hizo caer de rodillas al piso”, agregó.

Según declararon varios testigos, “Maxi gritó pidiendo ayuda y seguido a eso escucharon un tiro”. “Ferrero le disparó en la cabeza a menos de 20 centímetros”, indicó la hermana de la víctima. Todo se quedó en silencio unos segundos, y después la escena se convirtió en un caos.

La defensa increíble

Mientras el mundo como lo conocían hasta ese momento empezaba a desmoronarse para la familia Albanese sin que ellos lo supieran todavía, los asesinos escaparon del lugar pero cayeron esa misma noche, unas dos horas más tarde, tras la declaración del taxista que había llevado a uno de ellos en plena fuga.

“Cuando lo fueron a buscar Ferrero estaba limpiando el arma”, relató Natalia Albanese, y agregó: “En los bolsillos tenían cadenitas y anillos que les habían robado” a los chicos. Tanto él como Navarro y Nievas quedaron detenidos entonces, pero el crimen de Maximiliano estaba lejos de tener justicia. En menos de un año los tres recuperaron la libertad.

“El abogado que defendió a Ferrero fue el mismo que representó a Federico Pippo en el asesinato de (su exesposa) Oriel Briant, ese estudio de abogados se dedicaba a defender delincuentes e hicieron todo para cambiar la carátula de la causa”, apuntó la hermana de Maximiliano. Entre las maniobras a las que recurrió la defensa, mencionó Albanese, “mandaron a limar el gatillo del arma como para decir que tenía un defecto”.

En otras palabras, la intención era presentar a Ferrero como una persona inexperta en el manejo de armas y, en esta línea, sostener que la Browning 9 milímetros se había disparado sola por la supuesta anomalía en el gatillo.

De poco sirvió entonces la cantidad de testigos que aseguraron haber visto al acusado dispararle al adolescente de rodillas en el piso. Tampoco importó que cuando fueron a detenerlo el arma todavía tenía olor a pólvora ni tuvieron en cuenta que Ferrero había ingresado a la Policía bonaerense el 6 de julio de 1987, por lo que resultaba por lo menos curioso que a esa altura todavía no supiera manejar armas. De hecho, también fue soldado entre 1982 y 1985.

Maxi era el único hijo varón de Alicia y Lalo Albanese. (Foto: gentileza Natalia Albanese).

La Sala I de la Cámara de Apelaciones, integrada por Eduardo Hortel, Pedro Soria y Clelia Rosenstock, dio por cierta la teoría de la defensa y consideró que el de Maximiliano Albanese había sido un homicidio “sin querer”. En consecuencia, la causa fue caratulada como “homicidio culposo” y los detenidos fueron excarcelados.

“Los liberaron un miércoles, justo antes de Semana Santa”, recordó la hermana de Maxi, añadió: “A mis padres los notificaron recién el lunes, ya habían pasado cuatro días para que pudieran apelar”. Con esa carátula, nadie buscaba a Ferrero y este, con ayuda de su familia, desapareció. “Ahí empezamos con las marchas, fue más o menos en la misma época que las de Maria Soledad Morales en Catamarca”, apuntó Natalia.

El tiempo pasó sin novedades hasta que, después de la reforma de la justicia penal bonaerense llevada adelante en 1998, la causa fue derivada a un Juzgado de Transición a cargo de María Isabel Martiarena. La magistrada fue la que recaratuló el caso de Maxi como “agravado por alevosía” y pidió la captura de Héctor Ferrero, pero ya no lo encontraron.

Maximiliano Albanese con su mamá y su hermana menor, Natalia. (Foto: gentileza Natalia Albanese).

La principal hipótesis, una venganza equivocada

Un mes antes del crimen de Maximiliano Albanese, Ferrero empezó a prestar servicio en la Comisaría de Berisso y ese dato aún le resuena a la familia de la víctima. “A él lo sancionaron por amenazar con un fusil Fal a un compañero cuando estudiaba en la Vucetich y de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) lo despidieron después de que casi matara a un soldado sin motivo alguno y a otro amenazara con electrocutarlo”, señaló Natalia. Y destacó: “Pese a todos esos antecedentes la policía de la provincia lo tomó igual”.

Un capitán llamado Ricardo Albanese había sido justamente el que le puso la firma a la baja de Ferrero de la Armada por su mal comportamiento. A pesar de compartir el mismo apellido no existía ningún parentezco entre esta persona y Maximiliano, pero el asesino no lo sabía.

El llamado del “arrepentido”

En 2006, 15 años después del crimen de Maxi, sonó el teléfono en la casa de su familia. Su mamá, Alicia, atendió y del otro lado de la línea un hombre cuya voz no conocía le dijo: “Lamento mucho haberle arruinado la vida. Ahora sé lo que es tener hijos y no me imagino cómo sería vivir sin ellos”.

La persona que llamaba no dijo su nombre pero sabía muchos detalles de aquella madrugada del 3 de junio de 1990 y de cómo había sido el crimen del adolescente. Incluso, contarían sorprendidos los familiares después, sabía por ejemplo lo que Maxi guardaba en su billetera: un celofán con un puñado de pasto de la cancha de Gimnasia.

“Hace quince años que quería hablar con usted (…) lo taparon todo”, dijo la voz. En medio de la conmoción por lo que estaba escuchando, la mamá de Maximiliano le preguntó: “¿Por qué… Por qué ahora…?. “Porque no aguanto más. Le pido perdón… Quiero que Ferrero se pudra en la cárcel”, respondió tajante el hombre.

“Nunca supimos fehacientemente quién llamó a casa”, sostuvo Natalia Albanese, aunque sospechan que pudo haber sido Nievas o Navarro, los cómplices de Ferrero y testigos directos de lo que pasó con su hermano.

No haber podido ponerle un nombre a esa voz no impidió que sus dichos le dieran un nuevo impulso a un expediente gigante que, después de pasar por varios cambios de jueces y fiscales, parecía haber caído en el olvido.

Maxi y su papá, Lalo Albanese. (Foto: gentileza Natalia Albanese).

Caso cerrado

La jueza Isabel Martiarena reabrió la búsqueda, intervino los teléfonos y un día Ferrero llamó por teléfono a su abuela. Así lo encontraron. Estaba en San Pablo, Brasil. Pero ya era tarde para hacer justicia.

Lo detuvieron en un taller mecánico de motos donde trabajaba en la ciudad brasilera, pero sólo estuvo un mes preso en la cárcel de San Pablo. Como se habían cumplido 15 años del crimen de Maxi, la Cámara Penal de La Plata archivó la causa contra el expolicía.

“Los abogados de Ferrero pidieron la prescripción y la Justicia argentina dio lugar a ese pedido”, relató Natalia, y añadió: “Lo liberaron en Brasil. Ni siquiera fueron capaces de traerlo de vuelta al país”.

“Ese siempre va a ser un dolor muy grande que llevamos encima, la falta de justicia”, subrayó la joven.

Abrazar el recuerdo

Aquella trágica noche hace 34 años en la casa de los Albanese eran cinco. El matrimonio y sus tres hijos: Patricia, de 20 años, Maximiliano, de 17 y Natalia, de 10. De un momento a otro quedaron cuatro y, como ella misma lo explica, “fue algo muy duro, muy difícil de comprender” a esa edad. “Mis padres ni siquiera pudieron hacer un duelo normal porque hubo que salir a buscar Justicia”, lamentó.

Los tres hermanos: Patricia, Maximiliano y Natalia Albanese. (Foto: gentileza Natalia Albanese).

“Maxi era el único hijo varón y el vacío que dejó para mi mamá fue enorme”, manifestó su hermana, y recordó la costubre que tenía él cuando era chico de dejarle cartitas en la mesa de luz a la madre.

Sobre su relación en particular, Natalia sostiene con ternura que Maxi era muy apegado con ella y hasta cargoso, por momentos. También habla de un abrazo que su hermano le dio en la puerta de su casa un día que a ella la habían retado y estaba triste, y todavía busca ese gesto en su memoria cada vez que necesita sentirse contenida.

“Hemos crecido con su ausencia, se extrañan un montón de cosas...yo las sufrí mucho y las extrañé mucho a medida que él me fue faltando”, expresó sobre el cierre de la entrevista con TN. “Todos los días, por alguna u otra razón, han sido duros sin él”, enfatizó.

Maxi también era muy amigo de sus amigos y no pasa un día, dice Natalia, que no salga a hacer algún mandado por el barrio y se encuentre con alguno. “Siempre se detienen a hablar de él, todos lo recuerdan con amor”, afirmó.

Actualmente sus padres tienen 76 y 79 años, y su hermana Patricia le dio dos sobrinos que, aunque no pudieron conocer a Maxi, “desde el minuto uno de su existencia saben quién fue su tío y lo aman”.

Por último, Natalia Albanese concluyó: “Llevo orgullosa mi apellido, porque siento orgullo de haber tenido el hermano que tuve, a pesar de lo corta que fue su vida”.

Fuente TN

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